EMILIO MIRA Y LÓPEZ

Doctor en Medicina

Ex-Profesor de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona

Docente libre de Psicoterapia y Psicología Médica de la

Universidad de Buenos Aires

LA PSIQUIATRÍA EN LA GUERRA

("PSYCHIATRY IN WAR")

Editorial Médico-Quirúrgica

Buenos Aires

1944

 

RECONOCIMIENTO

El autor queda profundamente agradecido al

Dr. John L. Simon

Por su inapreciable colaboración

en la preparación de este manuscrito

 

Título de la Primera Edición Norteamericana

"PSYCHIATRY IN WAR"

Versión castellana del inglés por el autor

Copyright, 1944 by Editorial Médico Quirúrgica

Printed in Argentine

PRÓLOGO

La Ciencia debe ser más que la simple búsqueda y registro de la verdad; la Psiquiatría debe ser el esfuerzo objetivo, lógico y desinteresado para conseguir la salud mental por medio de conocimientos científicos.

El autor, como psiquiatra, se considera un combatiente contra las enfermedades mentales, preocupaciones, sufrimientos y desesperación; su opinión personal es que la Psiquiatría no ha alcanzado aún la realización de todas sus posibilidades y que merece un papel más importante en los problemas vinculados a la guerra actual.

Este libro trata de integrar los puntos de vista psicológicos y psiquiátricos acerca de algunos de los problemas más urgentes en el manejo de los hombres en servicio militar, de manera que el mayor peso posible de poder humano pueda apresurar la victoria de la democracia. Un propósito tan ambicioso ha sido solamente posible gracias a la amabilidad del Salmon Memorial Comittee y a la energía de su presidente, Dr. C. Burlingame.

Este libro ha sido escrito en una atmósfera de guerra, mientras el autor viajaba miles de millas por el continente americano. Estas circunstancias pueden servir para explicar la pobreza de datos concretos y de referencias que solamente hubiese podido alcanzar en la paz de su perdida biblioteca.

 

SUMARIO

Capítulo I . El psiquiatra y la guerra

El significado de la guerra. Interpretación psicológica y psiquiátrica del fenómeno de la guerra. Aspectos sociales y biológicos. La concepción humanista. Fines de la psiquiatría en la guerra. Ajuste de la población a la guerra. La higiene mental en la guerra, Influencias remotas e inmediatas de la guerra sobre la vida. La ley del todo o nada. Disociación del ser y la apariencia. Efectos remotos de la guerra.

Capítulo II. El miedo y su significado

Psicogénesis del miedo. Terribles situaciones durante la guerra española. Niveles evolutivos del miedo. Factores fobigénicos. Factores tranquilizantes. Reglas para prevenir el miedo incontrolado. Psicoterapia del miedo. Técnicas de recondicionalización en las fobias bélicas.

Capítulo III. Cólera o rabia

La reacción colérica y su origen. Amalgamas de miedo y cólera.. Factores determinantes de la agresividad y del poder combativo. Cólera y agresividad. Rabia y elación.. Efectos deletéreos de la envidia, los celos, el resentimiento y la venganza. Delirios persecutorios derivados del desplazamiento colérico.

Capítulo IV. La Psiquiatría en el ejército nazi.

Medios de selección psiquiátrica en el ejército. Principios generales de la selección personal en Alemania. La selección de oficiales. Redacción del informe caractereológico. Notas acerca de la selección alemana de aviadores.

Capítulo V. La Psiquiatría en el ejército español republicano

Instrucciones para la aplicación de las causas de inutilidad en el ejército español republicano. El cuestionario psiquiátrico para despistar a los neuróticos potenciales; selección de nuevos reclutas.. Reajuste de los hombres ya enrolados. Integración de los criterios psicotécnico y psiquiátrico para la selección de hombres para cargos especiales. Organización general de los servicios de Psiquiatría y de Higiene Mental en el ejército español republicano. Incidencia de las psicosis endógenas. Observaciones especiales en la epilepsia. Personalidades y reacciones psicopáticas. Reacciones de automutilación.

Capítulo VI. Transtornos especiales

Las reacciones psiconeuróticas. Las organoneurosis. Alteraciones psicomotrices. Tratamiento de las alteraciones psicomotrices. Alteraciones neuróticas sensoriales y perceptivas. Reglas generales de terapia psicosomática. Neurosis traumáticas. Amnesia traumática. Aprosexia. Fugas. Estados fóbicos. Psicosis tóxicas e infecciosas. Psicosis sintomáticas. Diagnóstico diferencial de los estados depresivos

Capítulo VII. Recuperación y Readaptación

Recuperación y reajuste de los casos curados mentalmente. Centros de recuperación y readiestramiento en el ejército español republicano. Porcentajes de incidencia y recuperación de bajas mentales en el ejército y población civil de España republicana durante su reciente guerra. Delincuentes, remisos, lisiados e inválidos.

Capítulo VIII. Moral

Concepción experimental de la conducta moral. Fines de la moral de guerra. Como integrar la moral. Persuasión, sugestión y coerción. Evaluación de la moral combativa en soldados y civiles. Índices de moral. Evaluación de la capacidad combativa individual. El axistereómetro. Resultados con los aviadores. El principio de la psicomioquinesis.

Capítulo IX. Higiene Mental

Higiene mental en época de guerra. El criterio psicosomático. Colaboración del psiquiatra con las autoridades civiles y militares Importancia de un buen compañerismo en el ejército. Vademécum de higiene mental del ejército español republicano. Puntos de vista germanos y soviéticos. Unas palabras sobre el mundo de la postguerra.

Apéndice. Técnica e interpretación del Psicodiagnóstico Miokinético

Objeto del Psicodiagnóstico Miokinético. Técnica actual a) material b) instrucciones previas. c) técnica propiamente dicha d) datos a considerar en el PMK. Resultados normales y patológicos. Colofón.

Bibliografía.

ILUSTRACIONES

El axistereómetro

Gráficos estreométricos (esfereogramas)

P.M.K.: Lineograma de un adulto seleccionado (supernormal) :

Figura 3(a)

Figura 3(b)

Figura 3(c)

Figura 3(d) El orden de obtención es este: a) cadena egocífuga y egocípeta de la mano derecha; b) idem de mano izquierda; e)cadena ascendente y descendente de mano derecha; d) idem de mano izquierda.

Figura 3(e)

Figura 3(f)

P.M.K.: Lineogramas en un caso de depresión endógena

Figura 4

P.M.K.: lineogramas en un caso de depresión reactiva

Figura 5

P.M.K.: Lineogramas en un caso de esquizofrenia antiguo

Figura 6(a)

Figura 6(b)

Figura 6(c)

Figura 6(d)

Figura 6(e)

CAPITULO I

EL PSIQUIATRA Y LA GUERRA

El significado de la guerra.

La guerra, según la Enciclopedia Británica, "es una lucha entre sociedades humanas - primitivamente entre tribus salvajes; en el mundo civilizado, entre naciones -". Su explicación involucra el análisis de los términos de su definición y requiere la ayuda de ciencias que tratan de sus diversos elementos: de la Biología, para explicar la lucha; de la Sociología, para explicar el Estado, y de las Ciencias Históricas, para trazar la evolución, en conexión con la del Estado, de las fuerzas armadas y de las diversas formas de su empleo.

No es de extrañar que la palabra psicología y sus derivados no estén siquiera mencionados en la definición precedente. La enorme influencia de los factores psicológicos en los motivos, incidencias y resultados de la guerra sólo ha sido bien reconocida últimamente.

En una época tan reciente como la Guerra Mundial N° 1, se creía que las fuerzas combatientes estaban simplemente ocupadas en una contienda física o mecánica; cuando los factores psicológicos eran aceptados se les incluía en la estrategia militar, exclusiva propiedad del Estado Mayor. De acuerdo con este punto de vista, el conocimiento técnico, más una determinada cantidad de hombres y materiales, conduciría automáticamente a la victoria o a la derrota, según los valores correspondientes del enemigo. No hace tanto tiempo que Napoleón dijo: "Dios está del bando que tiene mejor artillería".

Pero las condiciones presentes difieren grandemente de las del tiempo de Napoleón. Entonces, soldados semiprofesionales luchaban sin importarles los asuntos de aquellos por quienes luchaban; muchos ciudadanos permanecían totalmente indiferentes y alejados de los detalles del conflicto. Tan separado estaba el pueblo del combate que la moral civil se puede decir que no existía.

Hoy, las guerras son de vital e inmediato interés para todo el pueblo de una nación en lucha; se han transformado en un total y global acontecimiento. La lucha ya no está confinada a la línea de fuego, sino que se extiende a todos los sectores de la vida; ya no es sostenida por mercenarios profesionales, sino por todos los ciudadanos. Además de los combatientes, hay legiones de espías, agentes secretos, guerrilleros, quintacolumnistas, etc., que emplean invisibles y sutiles armas psicológicas.

Por consiguiente, ya no es posible ocultar el papel de la Psicología. Por el contrario, ésta se ha tornado tan importante que en varios de los países beligerantes hay ministerios especiales dedicados a ello, los llamados ministerios de propaganda o información, a los que sería más apropiado denominar ministerios de guerra psicológica.

Una vez que estamos conformes respecto a las ventajas de aplicar conceptos psicológicos a la administración de la organización militar, ¿cuál es el papel que desempeñarán los psiquiatras? Aunque parezca raro, a pesar de que éstos fueron los primeros en llegar, los psicólogos están ahora de moda, en tanto los psiquiatras permanecen indecisos respecto a su propia función. Fue ampliamente probado por la Guerra Mundial Nº 1, que los psiquiatras deberían empezar una campaña de Higiene Mental tan pronto como la guerra se declarase, para prevenir desórdenes mentales, desadaptaciones, delincuencia y otros contratiempos. Uno puede apropiadamente preguntarse si están cumpliendo ahora plenamente su tarea. No creo que ésta haya sido totalmente valorada. Los líderes militares consideran que el hombre (soldado) medio es normal y, por lo tanto, pertenece a la esfera de la psicología normal. Aun suponiendo esto, olvidan que este hombre va a ser sumergido en situaciones anormales a través de toda la guerra, para las cuales sus formas habituales de reacción son inadecuadas. Hasta podríamos afirmar que en la medida en que una guerra es más sangrienta y fieramente conducida, se vuelve más normal conducirse anormalmente. Volveremos a este punto más tarde.

Todo hombre tiene ciertas posibilidades para desenvolver reacciones anormales, que serían consideradas patológicas en tiempos de paz. Uno de los mejores jefes del Ejército Republicano Español, me dijo una vez: "Creo que durante la guerra todo el mundo está trastornado, nervioso y quizás levemente loco. No es extraño, entonces, que usted no encuentre un creciente número de locos. Simplemente carece de un fondo apropiado para establecer la comparación". La tarea que debe ejecutar el psiquiatra durante la guerra aumenta en importancia más bien que disminuye.

No es posible establecer lindes artificiales entre los deberes del psicólogo y del psiquiatra. Cada uno necesita del otro y debe trabajar con espíritu de cooperación. Considerándome tanto lo uno como lo otro, nunca me pregunté cuál de los dos sería más indicado para resolver un problema determinado. E1 trabajo en equipo se muestra eficiente para tratar con las enfermedades desde un punto de vista psicosomático; ¿por qué deberíamos renunciar a él en el trato de asuntos tan complicados como selección de reclutas, mantenimiento de la moral, etc. ?

Aun cuando el psicólogo está bien equipado para medir las aptitudes específicas, el psiquiatra está mucho mejor preparado para calcular la resistencia de un sujeto a un determinado esfuerzo. Más aún, prevenir y evitar una temprana fatiga en un jefe sobrecargado de trabajo es mucho más importante que hacer una regular clasificación de cien reclutas.

Interpretación psicológica y psiquiátrica del fenómeno de la guerra.

El primer paso para captar el significado psíquico de la guerra fue efectuado por un gran hombre, quien, no sabiendo si denominarse psicólogo o psiquiatra, inventó un nuevo nombre: psicoanalista. El psicoanálisis puede servir muy bien de puente para unir la brecha existente entre la psicología y la psiquiatría.

Según Freud, la guerra puede ser considerada como "una especie de neurosis colectiva" o como "una tentativa para descargar periódicamente el exceso de impulsos libidinosos reprimidos". Ambas interpretaciones presuponen que la represión tiene un doble significado, puesto que es al mismo tiempo fuente y efecto de la civilización. Freud afirma textualmente "la conciencia es el resultado del renunciamiento intelectual". A su vez, sin embargo, la conciencia pide nuevas renunciaciones, y así se forma un círculo vicioso que conduce a la Humanidad más bien a sufrir que a aprovechar su cultura y civilización. Freud escribe con pesimismo que nuestra llamada civilización es la culpable de una gran parte de nuestra miseria y que seríamos mucho más felices si pudiéramos volver a las condiciones primitivas.

Junto a los puntos de vista de Freud - que no intento discutir -, es interesante recordar que hace más de dos mil años Plotinus dijo: "E1 amor insatisfecho se trueca en rabia". Ambos autores coincidirían en afirmar que la guerra no significa la ausencia, sino más bien la privación del amor. El punto de vista no es, pues, tan malo como parece.

Para el psicólogo práctico, la guerra es un período durante el cual la vida humana es completamente revolucionada. Las relaciones morales, legales, económicas, sociales y hasta materiales son alteradas de acuerdo con las nuevas necesidades. Hábitos, afectos y credos son rotos.

Durante la guerra la gente debe repetir el proceso de su aprendizaje infantil respecto a los ajustes básicos de la vida. ¿Quiénes están mejor preparados para guiar en esta emergencia sino aquellos que más saben sobre el mecanismo del aprendizaje humano? A los alumnos les falta la plasticidad mental de la infancia: son de diversas edades, niveles culturales y a menudo no desean ser enseñados. Se deben esperar resistencia, dificultades y fracasos; por eso el Gobierno ha de buscar los maestros más eficientes y los métodos más didácticos para el nuevo arte de vivir la guerra.

El cambio se torna más difícil en los países democráticos, especialmente en aquellos cuyo nivel de vida es elevado y confortable. La necesidad y la desesperación, según una antigua ley psicológica, impulsan al pueblo a luchar; la autosatisfacción, el "confort" y el lujo lo hacen conservador y pacífico. Esto puede explicar por qué Francia y Holanda fueron mucho más rápidamente vencidas que Grecia y Yugoslavia. Esta ley también aclara por qué las masas de los países del Eje, que han vivido bajo circunstancias adversas durante muchos años, se adaptan tan rápidamente a las condiciones de guerra.

El psiquiatra, por otra parte, se dedica preferentemente al estudio de las relaciones patológicas humanas, individuales y colectivas. Considera la guerra como una reacción colectiva anormal que conduce a la substitución de las formas sociales avanzadas de conducta por otras más primitivas. Todo el progreso de la mente humana ha sido obtenido subordinando la fuerza a la razón, la opresión a la libertad, el instinto a la ética. Nadie se puede sentir libre hasta que adquiere el control de sus deseos corporales; a través de toda la historia humana, el Derecho de la Fuerza ha sido lentamente reemplazado por la Fuerza del Derecho.

En la guerra, la violencia, la fuerza mecánica y hasta la brutalidad, prevalecen sobre la persuasión y la razón. Lo mismo ocurre en la locura. Como consecuencia, los psiquiatras, si fueran simples observadores profesionales, contemplarían la guerra como una psicosis nacional que afecta la mente colectiva. Entonces podrían sentarse y observar con calma ambos bandos beligerantes, o hasta podrían trasladarse de un lado a otro, para comparar mejor las reacciones de los grupos opuestos, adquiriendo así datos más valiosos.

Sin embargo, los psiquiatras no son solamente observadores curiosos, sino más bien ciudadanos que deben cumplir una tarea más fundamental. Como médicos, su obligación es aliviar los sufrimientos. Puesto que la guerra trae consigo tantas penalidades, han de reprimir sus deseos investigadores y dedicarse a obtener propósitos más concretos, que discutiremos en las páginas siguientes.

Aspectos sociales y biológicos

Los biólogos ofrecen una explicación muy sencilla de la guerra; para ellos ésta es simplemente un caso particular - muy lamentable por cierto - de la lucha por la existencia, tan antigua y difundida como la vida misma. De acuerdo con el punto de vista de Lamarck, el animal fuerte sobrevive y el débil perece. Pero esta ley es solamente cierta mientras tratamos con organismos faltos de inteligencia. Nicolai, en su libro sobre la biología de la guerra, niega su validez en el hombre. En aquel remoto día en que el joven y fuerte guerrero cayó de rodillas ante el mago débil y anciano, el hombre se convirtió en algo más que un simple organismo natural: había descubierto el reino de los valores. Desde un enfoque realista, la guerra, en las condiciones presentes, significa la supervivencia de los débiles - que son excluidos del servicio militar -, no de los fuertes. Por esto, cuando Hitler acude a la biología para justificar su afirmación de que la guerra es un fin humano natural, prueba estar equivocado una vez más.

Sin embargo, no debemos olvidar que el hombre es también un animal natural, que todavía conserva signos de su fiera y cruel ascendencia; no es por casualidad que tenemos dientes caninos. Por eso los biólogos pueden contribuir con sugestiones para garantizar las fuentes físicas y fisiológicas de energía. La guerra española probó que si se olvida esto hasta la mejor moral de guerra puede fallar; por eso los alimentos son sujetos a bloqueo. Aquí, sin embargo, no es éste un problema que nos afecte y deseamos simplemente remarcar la insuficiencia de todos los intentos biológicos para explicar la guerra desde un punto de vista puramente naturalista. La misma inaptitud caracteriza todos los esfuerzos realizados por los sociólogos para dar explicaciones religiosas, económicas o políticas de ella. Puesto que se trata de un fenómeno humano, no puede ser bien comprendido, a menos que tomemos en cuenta todos los factores complejos que integran la vida humana. Los sociólogos siguen ocupados discutiendo cuál de las diferentes teorías de organización política y social puede explicar mejor, y si es posible prevenir, las guerras. Deseo que la sociología aumente su prestigio en un futuro próximo, pero creo que esto sucederá en la medida que se infiltren en ella la psicología y la psiquiatría.

La concepción humanista.

Vamos a efectuar, finalmente, una síntesis. El hombre ha sido descrito como "una perpetua oscilante e inestable síntesis de antinomias". Su vida es la expresión de fuerzas en conflicto y su conducta el inevitable resultado. En el hombre, siempre hay algo más que una lucha por la vida; hay también una lucha dentro de su vida.

Los seres humanos no están simplemente en conflicto con sus congéneres; están también en conflicto con ellos mismos. La guerra es un modo de conducta que altera, en cada individuo, la proporción relativa de los problemas alternos y externos; por esto, durante ella, algunas personas cambian para mejorar y otras para empeorar.

La característica general más importante de la guerra consiste en privar al hombre de sus dimensiones espirituales y trascendentales, y en limitarlo a la vida natural más simple y salvaje, en la que el único fin es asegurar la supervivencia.

La guerra significaría solamente un daño para la Humanidad si no tuviera como finalidad una mejora en el estado de vida. Los dirigentes de las naciones beligerantes, por tanto, se ven forzados a prometer grandes cambios culturales, económicos y sociales como premió a la victoria. La gente quiere saber no solamente contra qué están luchando, sino para qué luchan.

"Desde el punto de vista humano la guerra es un acontecimiento crucial y nuclear en la historia de la humanidad; un suceso del cual depende el destino de pueblos y naciones durante siglos y del que emergen cambios progresivos o regresivos. La forma de vida anterior a ella nunca puede ser restaurada".

Fines de la psiquiatría en la guerra.

La psiquiatría debe desenvolver su máxima eficiencia para alcanzar el mejor ajuste de los recursos humanos con el mínimo sufrimiento, tanto en la zona de guerra como en la retaguardia. Varias opiniones han sido expresadas recientemente respecto a los fines concretos de este deber. El profesor Overholser en los EE. UU., el profesor Moreno en México y el profesor Pacheco e Silva en Brasil, los han descrito. Creo conveniente discutir tales fines con cierto detalle, puesto que no existe un acuerdo completo acerca de sus límites.

La mayor parte de los objetivos de la psiquiatría en la guerra deben lograrse por el trabajo en equipo, de parte de los psiquiatras y otros profesionales, tales como los psicólogos, psicoanalistas, sociólogos, jefes militares, etc. La supresión de interferencias e imbricaciones debe ser cuidadosamente considerada por cada una de estas categorías para obtener los máximos beneficios.

Las principales tareas que deben ser ejecutadas son:

I. - Ajuste de la población al esfuerzo de guerra, de acuerdo con su capacidad y su energía mental.

II.- Profilaxis mental de la población militar y civil durante la guerra para mantener sus miembros adaptados a sus trabajos y para prevenir la depresión mental.

III.- Cuidado apropiado de aquellos individuos o grupos que se tornen mentalmente enfermos o exhaustos a pesar de las medidas preventivas.

IV.- Reajuste continuo de convalecientes mentales para prevenir recaídas.

V. - Mantenimiento de una alta moral de guerra.

Veamos cómo estas diferentes metas pueden ser logradas y cuál es el papel apropiado del psiquiatra en este logro.

I. Ajuste de la población a la guerra.

Este propósito es tan ambicioso que no puede ser alcanzado sin un plan perfecto y sin la integración del trabajo de todos los expertos responsables de él. Un previo análisis de requerimientos y necesidades debería ser efectuado para ajustar los recursos humanos a las situaciones de emergencia. Sin embargo, este análisis es imposible sin una información exacta de los recursos e intenciones del enemigo.

Penetrar en tal laberinto está más allá del objeto de este libro. Nos limitaremos, pues, a estudiar el problema de selección de personal militar y civil. La frase "the right man in the right place" es, quizás, más aplicable en tiempo de guerra que en tiempo de paz. No puede haber ninguna duda de que los psicólogos deben proveer las bases para una designación adecuada de los individuos en todos los niveles de la maquinaria bélica.

Pero los psiquiatras también tienen algo que decir en esta ocasión. No deben esperar a que los llamen para dar su consejo. Su función no debe ser concebida como la puramente negativa de determinar quién no debe emprender un determinado trabajo de guerra. Por su experiencia en tratar a los hombres desde un punto de vista global y por su particular conocimiento de la tipología y caracterología, los psiquiatras están mejor preparados para determinar la capacidad de acción de un determinado sujeto y predecir su rendimiento y eficiencia bajo condiciones anormales de esfuerzo.

Por otra parte, no hay línea divisoria entre la reactividad normal y la anormal de un sujeto determinado. Todo el mundo tiene en su interior ambas potencialidades. Es un asunto de umbral, más bien que de calidad o esencia, lo que determina la conducta apropiada o inapropiada del individuo. Por lo tanto, debería existir una íntima colaboración entre el psicólogo y el psiquiatra; ésta permitiría hacer mejores pronósticos que si ambos trabajasen separados. El primero podría medir las capacidades, aptitudes y habilidades vocacionales del sujeto; el segundo podría medir su poder para usarlas. Entonces, el problema del desajuste psicopático -a pesar de los cuidadosos "tests" psicológicos- no tomaría incremento, pues no solamente sería posible para los expertos designar el empleo más apropiado para cada individuo, sino también determinar cuándo, dónde y durante cuánto tiempo estará capacitado para desempeñarlo.

Los psicólogos se hallan interesados en los rasgos comunes y superficiales de la mente; más bien que en tratar con los fatigosos problemas de las relaciones psicobiosociales bajo las condiciones opresivas de vida, se ocupan en ordenar los valores relativos de los instrumentos mentales. Los psiquiatras, en cambio, están más interesados en la valoración práctica e inmediata de la eficiencia individual, cuando una influencia injuriosa o nociva, heredada o adquirida, perturba la integración del equipo de hábitos mentales. Las posibilidades de compensación, sobrecompensación, desplazamiento, transferencia, inhibición temporal, cte., de los moldes de reacción deben ser cuidadosamente consideradas en el pronóstico.

Resumiendo: favorecemos la adición, más bien que la substracción de esfuerzo. No se trata de cómo los psicólogos, autoridades de clasificación y psiquiatras deberían colaborar: deben colaborar a menos que se quiera perder tiempo y trabajo en el proceso selectivo.

II. La higiene mental en la guerra.

La higiene mental es otro objetivo para el cual los. "oficiales de moral" (Moral Officers), los psicólogos y psiquiatras, deben unirse y trabajar asociados. Aquí los últimos desempeñan el papel más importante. Nada puede afectar más adversamente el ánimo colectivo que la visión de gente enloquecida por la guerra. Aunque parezca raro, el promedio de los civiles o soldados soporta mejor la noticia de que uno de sus amigos ha sido herido o muerto que la de que ha sido internado en un hospital mental. Un hombre teme más perder su razón que su cuerpo o hasta su vida; cualquier baja mental posee, especialmente en tiempo de guerra, un poder psíquico desmoralizador.

Pero los peores resultados ocurren cuando una persona desequilibrada no es reconocida y sus delirios son aceptados por su grupo. A causa de la creciente sugestionabilidad de la mayoría, tales personas semilocas son quizás más peligrosas que el verdadero psicótico y pueden ser usadas con gran éxito por los quintacolumnistas. De ahí que sea tan importante controlar y observar periódicamente no sólo a las personalidades psicopáticas previamente determinadas, sino también aquellas que no han sido reconocidas como tales. Esta es la tarea que debe desempeñar el servicio de Higiene Mental, tanto en el frente como en la retaguardia.

Creemos que nadie negará el tercer objetivo de la psiquiatría en la guerra: el cuidado de bajas mentales - tanto como en la paz -. El tratamiento, sin embargo, es algo diferente del usado en épocas de normalidad; en un país pacífico no se observan epidemias de neurosis, estados colectivos paranoides, etc., tales como los que a veces se presentan en la guerra.

En el cuarto fin - reajuste y colocación de los pacientes mentales curados - encontramos de nuevo la necesidad del trabajo en equipo con psicotécnicos y oficiales encargados de centros de recuperación. Los psiquiatras deben ayudar calculando la probabilidad de recaída y sugeriendo la atmósfera psicológica más apropiada para tales pacientes.

Aun más importante, quizás, es la contribución de los psiquiatras para la obtención del quinto fin: el mantenimiento de la moral de guerra. Antes de que lleguemos a su análisis concreto, sin embargo, debemos tener un bosquejo de los rasgos más prominentes que caracterizan la vida en tiempo de guerra, desde el punto de vista de la psicología dinámica.

III. Influencias remotas e inmediatas de la guerra sobre la vida.

Hay muchas clases de guerras, así como son muy distintas las gentes involucradas en ellas. Las diferencias de origen, raza, cultura, temperamento, inteligencia, posición económica y social son las responsables de las distintas actitudes. Presentaremos lo que debe ser, más bien, una perspectiva abstracta y formal del campo, puesto que no se puede negar que, una vez juntos, el pobre no reaccionará como el rico, el joven y sano como el viejo y enfermo, ni el afortunado como el desgraciado.

No obstante, para cada ciudadano, la guerra implica un cambio de deberes y derechos, una dislocación de propósitos y una ruptura de hábitos, afectos y creencias. Por eso trataremos de describir algunas de las diferencias más importantes de las formas de vida en tiempos de guerra y de paz.

En términos generales, en tiempo de paz, las relaciones interpersonales se desenvuelven en un ambiente de confianza, amabilidad y amistad, mientras en tiempo de guerra están impregnadas de desconfianza y dureza. En tiempo de paz un hombre está raramente enfadado y, todavía menos, en estado de temor; pero en tiempo de guerra es un lujo estar tranquilo y de buen humor. La existencia en esos tiempos presupone una regresión psicológica hacia las condiciones primitivas de la vida emotiva que prevalecieron durante la primera infancia, cuando las actitudes negativas, de temor y rabia, predominaban sobre las positivas de simpatía y amor.

Este retroceso proviene principalmente del hecho de que la guerra no se limita a privar al individuo de su "confort" y diversiones usuales, sino que rompe con el pasado y requiere la rápida creación de nuevos hábitos. A1 mismo tiempo, coloca al sujeto cara a cara con lo desconocido, impidiéndole hacer planes para el futuro. Nadie sabe, al levantarse por la mañana, qué le sucederá antes del anochecer: puede verse privado de su libertad o de sus propiedades, transferido a otra ciudad, herido, muerto, o hasta imposibilitado de dormir en la misma cama que la noche anterior. A pesar de la incertidumbre -el factor más temible y depresivo- debe continuar con su trabajo como si el peligro no existiese, y, aún más: debe aparecer entusiasta acerca del futuro, sonriente y ocultando sus dudas y temores. La gente está, de esa manera, sumergida en un presente peligroso, difícil, molesto, incierto y complicado; nuevas conquistas y, lo que es peor, privada de libertad e iniciativa personal. Puesto que en la guerra todo lo que no está prohibido tiende a ser obligatorio, hay una absorción progresiva del individuo por la máquina bélica. No es, pues, extraño que el creciente gasto de energía mental coloque al ciudadano medio en un estado de nerviosidad y lo impulse a actuar con dureza, perdiendo así su espontánea afabilidad. La pérdida de la libertad personal es, naturalmente, más marcada en los soldados, puesto que están ligados (soldados) a sus respectivas unidades del ejército.

La ley del todo o nada.

A causa del súbito cambio del marco ambiental de referencia y de la dislocación de los soportes, básicos y aparentes de su actividad mental, cada individuo especula considerablemente, en el comienzo de su nueva vida, sólo para alcanzar la misma incertidumbre acerca de su futuro. Finalmente, cesa de intentarlo y se abandona a la forma de vida espontánea, natural e irracional (afectiva) que prevalecía durante las fases primitivas de la evolución humana. 0 bien obedece las órdenes dócilmente, sin tratar de absorberlas; o, por el contrario, lucha con rebeldía contra su acorralamiento. La gente que vive bajo las condiciones de guerra está así expuesta a abruptos choques emocionales y se torna, como consecuencia, más sugestionable. Es imposible predecir su conducta; obedece la ley del todo o nada que caracteriza las formas más simples de vida; el organismo, o bien permanece insensible y no afectado por el estímulo, o reacciona en la forma más enérgica.

Uno de los problemas más difíciles se presenta. Los encargados de la instrucción de los nuevos reclutas encuentran al tipo medio, o bien apático e inhibido o bien excitado y nervioso. Puesto que estos hombres sufren un aumento de tono emocional, se crean fuertes pulsiones que restringen su pensamiento. Es bien sabido que los estados emocionales tiñen con su tono de sentimiento peculiar todos los niveles de las actividades intelectuales del individuo, durante un largo período. Cuando éste está asustado, sus pensamientos son medrosos; no importa lo que piense, sus conclusiones serán siempre pesimistas. La escuela de Pavlov explica este hecho diciendo que las emociones básicas, por hallarse conectadas ancestralmente con situaciones de vida o muerte, tienen el máximo poder de irradiación sobre el cerebro, y así excluyen la posibilidad de un cambio voluntario, mediante el discernimiento.

Para los fines militares es prudente averiguar los temores individuales específicos, odios y afectos de cada soldado. Los soldados deben obtener un completo dominio de sus emociones básicas. Deben albergar odio contra el enemigo pero no contra sus superiores; evitar cuidadosamente ciertos peligros y despreciar otros; sentir amistad y cordialidad hacia sus compañeros al mismo tiempo que estar alerta para denunciarlos en caso de traición. Lo que es peor, deben estar prontos para obedecer ciegamente las más extravagantes órdenes de sus superiores y, al mismo tiempo, poseer iniciativa, determinación y espíritu de razonamiento. Por ello, uno de los más prominentes soldados españoles republicanos resumió así la situación: "los oficiales deben estar locos. Nos ordenan comportarnos como salvajes y media hora después como gente civilizada; dos horas más tarde como bestias, y, al poco tiempo, de nuevo, como seres humanos refinados. Toma mucho tiempo convertirse en tal acróbata mental y tengo miedo de perder la razón en el proceso de tal aprendizaje".

IV Disociación del ser y la apariencia.

Otro aspecto importante del reajuste social en la guerra, es el súbito cambio de prestigio y poder de muchos hombres. Frecuentemente, como resultado de sucesos casuales, los individuos se tornan héroes nacionales u objetos de la admiración general. El humilde zapatero se convierte en superior del propietario del taller; el muchacho ascensorista, ahora brillante cabo de aviación, dicta órdenes al hombre de negocios que cierta vez le despidió de su empleo. No se sabe nunca quién está dentro de un uniforme ni se puede predecir cómo se conducirá. Todo lo que se sabe es que tiene más o menos poder de mando. La gente debe ser juzgada por su apariencia y no por su valor personal. Esta peculiar disociación del Ser y el Parecer (apariencia) aumenta la dificultad del ajuste psicológico en tiempo de guerra.

Sin embargo, el hombre medio posee una plasticidad mental increíble y puede sobrellevar estos obstáculos si está totalmente convencido de la necesidad de hacerlo. Obtener esta convicción no es fácil. Si es estúpido, no entenderá el "porqué" de los pedidos que se le hagan; si es inteligente, presentará una docena de "peros". De ahí que una enorme cantidad de información acerca de la guerra debe ser proporcionada y las discusiones sobre su motivación filosófica estimuladas, cubriendo los ángulos de las varias ideologías. En todos los ciudadanos de la nación, a pesar de sus opiniones políticas y religiosas, debe existir la creencia de que no hay otro recurso sino luchar. Deben estar convencidos de que hay que "hacer" la guerra, no simplemente soportarla.

Si este fin es logrado la gente deseará prenderse, más bien que escapar, del espíritu de guerra. Producir la convicción necesaria requiere el trabajo colectivo de los mejores cerebros del país, especialmente de aquellos mejor equipados en psicología, psiquiatría, sociología, filosofía, ética, ley y hasta política.

V Efectos remotos de la guerra.

Cuando se soporta una guerra durante varios años y su fin es, aún, incierto, aparece otro peligro: la gente pierde su interés en ella y se vuelve apática y deprimida. Nada les importa ya y actúan como autómatas. Ni las noticias buenas ni las malas afectan a los que desean solamente tranquilidad y paz.

Observamos este estado en el final de la guerra española, cuando el pacto de Munich había borrado la única esperanza de ayuda externa, esperanza que hubiera permitido a los republicanos soportar la falta de comida, municiones, sueño y la pérdida de sus hogares.

Durante los meses que siguieron al de octubre de 1938 hasta un gran accidente callejero en las calles de Barcelona, era insuficiente para revivir los instintos de curiosidad y solidaridad, antes tan fuertes entre los catalanes. Más impresionante aún, era que las propias víctimas permanecían indiferentes, sin pedir auxilio aunque estuviesen gravemente heridas.

Cuando tal estado de estupor aparece (los franceses lo han denominado "n'importequisme", que podría ser traducido por el neologismo "nimportequismo"), la guerra está realmente terminada. No importa si este estupor aparece en el frente o en la retaguardia. En cualquier parte significa el fin de la lucha, puesto que si no es posible para el ejército resistir cuando la retaguardia se hunde, tampoco puede ésta efectuar resistencia cuando el ejército está moralmente destruido.

Antes de que ocurra este desastre, naturalmente, muchos signos advierten su cercanía. Fuertes medidas psicoterapéuticas pueden ser aplicadas para prevenirlo. Discutiremos esto al final del libro. Aquí trataremos del obstáculo más importante que se presenta al principio de la guerra: el miedo. Numerosos países han sucumbido sin luchar -aun cuando, indiscutiblemente, quisieron oponerse a los invasores - porque un terror colectivo paralizó al pueblo y a los gobernantes. Muchos errores pueden ser evitados al principio de la guerra si los nuevos soldados pueden controlar su miedo. Por lo tanto, en el próximo capítulo nos dedicaremos al análisis de esa emoción básica y a los métodos para prevenir sus desastrosos efectos entre individuos y grupos.

Sumario

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